jueves, abril 27, 2006

Ritual en el Bosque


Mariposas nocturnas revolotean los cielos desafiando a la luna en su belleza. Hadas mágicas que alumbran con sus ojos aquello que la noche esconde. Gnomos dueños de los secretos de la tierra, nuestra tierra.

El bosque se constituye como escenario del ritual que nos convoca esta noche sagrada. Cantos, alegorías, danzas, espíritus.

Y allí, entre oscuros pasadizos en la densidad del bosque una luz nos ciega. Las hadas pierden su brillo, las mariposas confunden el rumbo, los gnomos no encuentran sus refugios.

Me oculto en mi propio cuerpo, escondo mis rodillas entre mis piernas y me gana el miedo.

El tiempo se suspende y la realidad ya no existe. La luz que nos ciega se desintegra en millones de microluces que iluminan nuestros secretos.

Nos sentimos desnudos. Hadas, mariposas, gnomos, yo. El terror nos invade mientras las luces siguen avanzando y el frío recrudece.

Impotencia, terror, noche, pasadizos iluminados nos prohíben el escape, nos condenan a la exposición frente a la luna que nos mira curiosa y distante.

Sin atreverme a levantar la mirada, con un leve movimiento que me saca de mi quietud, toco mi perna izquierda. Quizás no estoy desnuda…

Una mariposa revolotea sobre mi cabeza, aún escondida entre mis piernas, he intenta susurrarme algo al oído, pero no puedo escucharla. Siento correr a un gnomo y golpearme suavemente en la espalda, al tiempo que un hada apoya sus suaves dedos en mi pelo.


A lo lejos escucho una vieja melodía de jazz.

Espío por entre mis piernas y comienzo a sentirme segura. La luz tenuemente anaranjada me despierta curiosidad. Poco a poco mi cuerpo le gana al terror y descubre un mundo de colores en medio de la noche, miles de ellos en cada una de las microluces conformando un espacio único, irrepetible.

La realidad ya no existe, o existe por vez primera.

Me dejo llevar por gnomos, hadas y mariposas, quienes descubrieron los secretos de la magia del bosque mientras yo me aferraba a mis miedos.

Me deslizo por entre ellos, danzamos, nos embriagamos de luces y colores, de melodías y sabores, de la noche clara y la luna que nos preside.

Finalmente el ritual ha comenzado.

Finalmente estuve en él.


"Liberarse de esta Confusión Generalizada"

martes, abril 25, 2006

Just me and The City

Y entonces Buenos Aires me invade con su inmensidad...

Buenos Aires.

La tarde se hace noche antes de lo previsto, anunciando la llegada del otoño.

La brisa ya es viento que arrastra las hojas amarillentas sobre las veredas colmadas por el tránsito vespertino de almas sin rumbo (predestino).

El mundo gira y yo no estoy atada a nada. Me deslizo por las calles de la ciudad casi como flotando, danzando en el aire entre siluetas que todo lo atropellan.

Bailarina en la oscuridad.

Los ruidos porteños se convierten en música para mis oídos, cortina de la escena que transcurre con el Congreso iluminado de fondo y las esquinas que se pierden en oscuras calles que todo lo ocultan.

Y alli voy, danzando entre taxis y colectivos, con mi mochila cargada de libros e ilusiones.

La avenida Corrientes me recibe, el obelisco se impone y la 9 de Julio se extiende en su ancho al infinito de estrellas y lunas que ruedan sobre ella.

El alma haciéndome compañía mientras me zambullo en los placeres de los libros corroídos por el tiempo en sus hojas mas no en sus ideas.

Las luces dueñas de la calle me hacen olvidar los tiempos del reloj.

Poco a poco Buenos Aires dice buenas noches, aunque la reina del plata nunca deja de brillar.

Y casi casi emulándola un brillo de simple felicidad brota de mis ojos y se dibuja en mi rostro una sonrisa de ser, simplemente yo en la ciudad.

Romance de años que diariamente se reafirma.

domingo, abril 23, 2006

Huelga de versos. Noche de Sábado



http://caperucitastown.blogspot.com/2006/04/efecto-mariposa.html#links


Me faltan las palabras

Me sobran pensamientos.

Huelga de versos.

Quiero escribir, tengo muchos motivos, ninguno logra convertirse en palabras.

La noche está fría, mi ventana anuncia una lluvia que aún no llega, mi mente abre claraboyas de pensamientos y yo, raramente, tranquila.

Reflexiva, tranquila.

Quizás me falta la angustia, quizás por eso no me salen las palabras.

Quizás las almas gemelas no existen, se construyen.

Probablemente mis acciones, en este mismo momento, estén negándole una sonrisa a alguien. Pero como esas trampas de la vida me están robando una sonrisa a mí.

Ayer estuvimos juntos, la noche fue nuestra, en un simple compartir de bares, canciones, historias, momentos.

La complejidad de mi historia con él hecha palabras sencillas con vos. La naturalidad de nuestros cuerpos que se encuentran y se reconocen, simples, uno, juntos, en las caricias clandestinas frente a la multitud que, de pronto, no existe; en las caricias dulces y apasionadas de la soledad de mi hogar; en la mañana que nos invade con su frescura de otoño y su color tenue, mientras nos dormimos como si no fuera la primera vez.

Sé que esto me asusta, pero no logro tener miedo.

Y de pronto me encuentro conciente y con ganas de que todo sea diferente, intentando construir un pequeño universo en el que todo sea mejor, agitando mis alas de mariposa, conciente de mi inconciencia. De pronto nos mimetizamos, ajenos a lo que eso provoca.

Quizás no lo pensamos demasiado.

Tal vez no nos hicimos cargo.

Probablemente por eso tuve el impulso de saludarte con un beso en la mejilla cuando te ibas. Probablemente porque entendí que sólo nuestras decisiones transparentes nos construyen, te besé en la boca.

Tengo miedo, se está haciendo carne. Pero no se transforma en angustia.

Todas estas palabras no van cobrando sentido, tienen formato de pensamientos difusos, incongruentes, errantes, con una raíz común: él, el pasado que se hace carne en la historia presente. El desafío de que me permita continuar.

Quizás mi aleteo te provoqué un huracán.

Pero creo que ya no me importa.

Demasiado ha corrido bajo el puente, demasiado me vació, demasiado dolor, demasiado sólo vos.

Hoy no quiero resignar algo que aún no sé si es pero que podría ser.

Hoy no quiero que vos, historia-pasado, condiciones mi presente.

Hoy entiendo la complejidad de todo el circo que nos rodea.

Pero sólo quiero pensar en mi, en vos, si nosotros será o no.

Hoy quiero decidir, sin angustias de por medio, sin mentiras, con la mente abierta para entender que a veces las condiciones no son las mejores, pero son las que hay, y sobre esas tenemos que actuar.

Quizás estoy siendo (estamos) egoístas.

Prefiero pensar que, tal vez por vez primera, estoy pensando en mí.

Introspección en mi misma, comenzar a decidir.

sábado, abril 22, 2006

Feliz NOCHE DE SABADO a tod@s




"Carnaval toda la vida"

Porque será que todos guardan algo
cosas tan duras que nadie puede decir
y van todas caminando como en una procesión
de gente muda que no tiene corazón

Porque será que me gusta la noche mujer
porque todo el que queda es un padre para mi
que se anima a decir todo que te enseña a vivir
lo que millones no se animan a decir
que se anima a decir todo que te enseña a vivir
lo que millones no se animan a decir

Que se te va pasando el tiempo mujer
y que la vida se te va
solo te pido que te vuelvas de verdad
y que el silencio se convierta en carnaval
Que se te va pasando el tiempo
y que la vida se te va
solo te pido que te vuelvas de verdad
y que el silencio se convierta en carnaval

Porque será que te mordes la lengua
es el miedo que se para frente a vos
si te ahorca la memoria no te dejes arrastrar
vamos afuera que mis amigos se van

Porque sera que te quedas adentro mujer
no te quedes que aca afuera es carnaval
carnaval toda la vida y una noche junto a vos
si no hay galope se nos para el corazón
carnaval toda la vida y una noche junto a vos
si no hay galope se nos para el corazón

Que se te va pasando el tiempo mujer
y que la vida se te va
solo te pido que te vuelvas de verdad
y que el silencio se convierta en carnaval
Que se te va pasando el tiempo mujer
y que la vida se te va
solo te pido que te vuelvas de verdad
y que el silencio se convierta en carnaval
Carnaval.
Los Fabulosos Cadillacs


jueves, abril 20, 2006

Una noche con Pablo

“La misma noche que hace blanquear los mismos árboles”

Pablo Neruda, Poema XX





Melancolía condensada

La noche esta fría

Los sueños impacientes

Tu mirada perdida

El miedo omnipresente.

De repente ya no somos

Cuerpos que no se pertenecen

Estas ahí y no te veo

Tristeza de no reconocerte

Desolación otra noche más

Laberintos que nos pierden

Soledad convertida en autismo

Burbujas en opuesta dirección

Paralelismos de desencuentros

Otoño de un verano que no fue

Árboles que expulsan a sus hojas

Ciudad mística como escenario

Viento que ya no es brisa

Aires que no volverán

Nosotros.

Presencia de la ausencia

Recostada en mi cama

No te lloro, te pienso

En las noches como esta

Que no te tuve entre mis brazos.

lunes, abril 17, 2006

Instante que se hunde en el tiempo y deja su estela de ausencia.


“Reinaba la intranquilidad, ella tímida inclinaba la cabeza para que él se acercase, pero a él le faltaba el valor. Ella dio media vuelta y se alejó.”

Con animo de amar (Film de Wong Kar-Wai)


Era un Jueves de verano, la noche me atrapó en la soledad de mi casa, compartiendo mi tiempo con el cine, la poesía, la aventura cibernética de descubrir nuevos rumbos en los cuales perder el tiempo.

Sentirme dueña de mi propio espacio, disfrutarlo, explorarlo y descubrirlo, explorarme y descubrirme. Después de un año, relación perversa, miles de lágrimas ahogadas, cientos de llantos explosivos, impotencias de algo que se confundió con el amor, angustia permanente, alimento de mis males, mi casa finalmente se había convertido en mi hogar.

El silencio sólo era amenizado por un buen tema de jazz, las palabras fluían en algún nuevo escrito, de alguna manera estabas presente, pero no quería terminar de asumirlo, casi casi como una manera de no saltar a un sitio que sabia podía hacerme daño.

La brisa le jugaba una pelea a la densidad del aire, y en el exacto momento en que nos derrotaba, sonó el teléfono.

Del otro lado tu voz no anunció excusa, motivo, razón de porqué un llamado, luego de meses de conocernos, un primer llamado, nocturno, taciturno, con ánimo de amar.

Al final, sólo nos quedaría el ánimo, en una historia de no historia que nunca se concretó, no tuvimos el valor. Y ahora somos, ya ves, dos extraños, enfrentados por la rutina cotidiana pretendiendo no ser algo que nunca fuimos, con el dolor ganando las entrañas, la melancolía de la impotencia, la incapacidad del amor.

Con ánimo de amar.

Recuerdo nuestros momentos juntos, que pasan como momentos de felicidad convertidos en memorias melancólicas, elaborados en angustia ante la incapacidad de sintetizarlos en historia nuestra.

Esa noche hablamos sobre nada, sobre las rutinas cotidianas, las situaciones de todos los días, las familias, mi mascota o los recuerdos de nuestras últimas historias, memorias que nosotros nunca construimos.

Y a falta de recuerdos mutuos los invento, en una mezcla de realidad y ficción cuyos límites se hacen difusos.

El llamado como momento mítico, fundación mítica de una relación que no sería tal, de recuerdos impregnados de Buenos Aires.

Una, dos o tres noches después la ciudad nos encontraba en soledad, en una noche en la cual la brisa si le había ganado a la densidad del aire de verano. Disfrutamos la música rodeados de bosques y lagos, amigos, estrellas, frescura de verano que se hacia piel en tus ojos. Me miraste y me sentí bella. Yo, aún niña, me sentí mujer, sensualidad hecha sujeto en nosotros, ternura y pasión conjugadas en ojos claros, inocencia sin jugar a ser infantes, amor.

Con ánimo de amar.

La despedida, Jardín Botánico y árboles que se conjugaron en ese instante para dejar caer hojas amarillentas, regalándonos una escena de otoño, ese otoño al que nunca llegaríamos, ese otoño que jamás nos pertenecería.

Nos dijimos adiós, me fui convencida que allí empezaba una historia. La historia se encargaría de demostrarme lo contrario.

Hoy te extraño. Hoy amaneció frío y soleado. Mañana de otoño, de esas en que el sol no lastima si no que acaricia. Hoy te extraño.

Aquella noche de otoño en medio del verano fue un regalo para ambos. La simpleza con la que llegamos a esa noche, la disfrutamos, nos pertenecimos como tácito acuerdo, dejando de lado diferencias y prejuicios, la razón de una realidad que se nos imponía como diferencia, simpleza de nosotros y el mundo en una noche mágica que no puedo dejar de evocar intentando recordar el momento en que me acerqué demasiado tímidamente, tan tímidamente que a vos te faltó el valor.

Con ánimo de amar.

Luego vendrían otras charlas, las distancias, los correos nocturnos, guardianes de nuestra historia, incitándonos a pensarnos, a imaginarnos, noctámbulos en la noche, soledad del hogar, música de fondo y palabras que atraviesan el ciberespacio para hacernos uno.

Y la noche en que me acerqué tímida y a vos te faltó el valor.

El tango una vez más, el vino y la noche.

Me dedique a ser tuya. Me entregué, con la prudencia de quien no termina de encontrar respuesta del otro lado. Quizás lo suficientemente tímida para que no te animaras, quizás lo suficientemente entregada para que no tuvieses el valor.

Con ánimo de amar.

Desaparecer, no animarte. Angustia de no saber de vos, incapacidad de enfrentarte.

Y al final la agresión, el dolor de no enfrentarme. Dos extraños en la vida cotidiana jugando a ser dos desconocidos, a no pertenecernos.

El deseo se hace carne y la melancolía brota de mis ojos. Incapacidad de enfrentarte.

Bronca de impotencia, rencor de falta de valor.

Y lo inconcluso convertido en pesadilla de lo que no pudo ser.

Alejarme.

Extrañarte.

Incapacidad de amor.

Con ánimo de amar.

Se nos fue el amor, nos quedó la impotencia de lo inconcluso que nos retorna como incapacidad de relacionarnos, como vergüenza de algo que no existe (o quizás por eso), como nuestros peores miedos estallando en nuestros rostros y recordándonos lo frágil de nuestro ser, de nosotros como un uno que no fue, de nosotros como dos sujetos presos de la ciudad sonámbula.


viernes, abril 14, 2006

Instante Fugaz


Noche donde la brisa me hizo tuya

El verano no terminaba de irse

Nosotros no terminábamos de llegar

Instante fugaz


Como si el viento se llevará mis sonrisas

Como si las nubes se asentarán en tu cama

Como si nuestras miradas no existieran

Instante fugaz


Distancias que no existen

Convertidas en obstáculos

Simpleza de nosotros

Complejidad frente a tus ojos

Instante fugaz


Lo que no es como tormenta

Lo que no somos como tortura

Lo que no fuimos como pesadilla

Instante fugaz


Noche verano nosotros

Viento nubes miradas

Distancias Obstáculos Simpleza Complejidad

Tormenta Tortura Pesadilla

Instante Fugaz

Inconcluso

martes, abril 11, 2006

El final acercándose, las miserias asomando

La noche apenas comienza a ganar la tarde, en ese instante preciso en que aún no está lo suficientemente oscuro para prender las luces ni lo suficientemente claro para estar sin ellas. Momentos contradictorios, uno más de todos esos que nos invaden en la vida cotidiana.

El Parque Lezama me encuentra una vez más con su mística, su misterio, sus pasillos escoltados por jarrones que resisten al paso del tiempo, almas solitarias en búsqueda de paz urbana, gatos aportando mística, algún niño desafiando a la gravedad carrito abajo, pájaros taciturnos y a lo lejos la ciudad que regresa a sus hogar en la rutina cotidiana.

Camino.

Recuerdo.

Él. Una vez más él. Sólo que esta vez él no es nadie, o quizás son todos, o tal vez es mi elaboración de todos ellos.

Ella. Compañera soledad de momentos en que me elijo.

Ellos y ella en un combate permanente.

Me siento en un banco, y me encuentro.

Quizás por vez primera logré entender que puedo hacerme compañía y no esperar que el otro (algún otro) me complete.

El otro, la búsqueda incesante de años, la sensación de no ser, el miedo a mi misma invadiéndome, arrastrándome a obsesiones, caprichos, relaciones vacias, relaciones perversas, relaciones ficticias, y la constante sensación de estar viviendo en cualquier lado menos en el lugar en el que quería estar. Moverme, constantemente, fragilidad de vínculos, fragilidad de mi ser, llanto acumulado en el día que estalla por la noche.

Historias, muchas, y todas marcadas por mi vacío interno, la sensación de no querer estar ahí, el cariño, la obsesión, la angustia confundida con el amor

Años de angustia acumulada que estallaron en este mismo parque en el que ahora me encuentro, relajada, con una sonrisa dibujada en el rostro, una mirada fija a los ojos que me juzgan y una dejo de melancolía que aún no se borra de las mejillas.

El estallido se produjo una mañana, tal vez ya mediodía, de esos días de inviernos soleados pero extremadamente fríos.

La mañana anterior te habías ido sólo de mi casa, rompiendo un ritual que había comenzado nuestra primera noche juntos, dejándome el llanto, la impotencia de decidir, la clandestinidad de mi sufrimiento, de un nosotros que nunca fue tal.

Ese día senté a mis compañeras, a tus amigas (¿alguna vez fueron amigos o simplemente se dedicaron a jugar a eso ocultando cada posible conflicto) y les conté lo nuestro, la clandestinidad, la mentira oculta de meses, mi dolor, mi necesidad de vos, mi miedo de vos, el dolor que me causabas, el sentimiento de culpa, la miseria de lo nuestro, lo mediocre. Quizás ese fue mi último gesto de resistencia a tu dominación, frente a tu negativa me senté con ellas y escupí mi sufrimiento reprimido por años.

El odio acumulado en forma de impotencia, la tarde de protesta en la ciudad sitiada, ganar las calles casi como un ejercicio de catarsis.

Compulsión.

Impotencia.

Compulsión.

Huir de mi casa, espacio en el que me siento atrapada. Huir una vez más de aquel lugar del que te había entregado la llave de mi ser para refugiarme en la noche mística de Buenos Aires que todo lo olvida bajo un vaso de alcohol.

Aventurarse a esa aventura citadina que te sorprende a la vuelta de la esquina, con una fiesta donde aquel viejo amigo que me roba sonrisas iba a estar. Me lo había comentado casi al pasar. Y allí me encuentro, en la fila de una fiesta que nunca avanzaría. Entonces ideamos la manera de entrar. Esa noche necesitaba a mi amigo. Lo logramos, una vez adentro las desventuras noctámbulas decidieron que el estuviera afuera.

Celulares de por medio nos encontramos.

Una vez más algún bar de la ciudad nos embriagaría y envolvería en esa felicidad momentánea de vasos de cerveza y copas de vino.

Tus amigos, los míos, nosotros.

La tristeza recubierta de amistades, noche, vino, música, compulsión.

Hacía frío, mucho.

El bar empezó a vaciarse y sólo quedamos nosotros. Sólo quería estar con vos, única manera de esbozar una sonrisa.

Tomamos el mismo colectivo, me pediste que bajé con vos.

No pude.

No pude.

Él, él que me había dejado esa mañana nunca se cansó de afirmar que en cualquier momento iba a engañarlo. En un juego perverso de profecía auto-cumplida para que no se cumpla se cansaba de repetir que yo iba a abandonarlo cuando cayera en las redes del sexo de otro hombre. En un juego perverso me cansaba de decirle que no, de implorarle confianza y jurarle amor eterno, un amor que a esta altura ya no sé si le tenía o se me había hecho carne-capricho.

No me fui con mi amigo robador de sonrisas, quien me dio un beso y se despidió hasta el otro día.

La culpa, el miedo, la impotencia, la obsesión de llegar a mi casa y no tener llamados tuyos.

Llamarte y que –una vez más de tantas- no me atiendas.

Dormirme presa del vino y la cerveza con deseos de no despertar, con temor de despertar y que mi cabeza ya no resista la obsesión de tenerte.

Dormirme y obligarme a dormir como la única receta infalible para no sufrir, para no llorar.

Y que el teléfono suene.

“Estoy en el parque, a la vuelta, bajá y venite para acá”

El Parque Lezama, fuente de mística, misterios, tragedias y amores, condensación de Buenos Aires, se convertía así en el escenario del final de una historia que siempre supe inviable, pero que nunca me animé a cortar.

lunes, abril 10, 2006

No me enamoré de él


Él me hace bien, muy bien, me reconforta y me ayuda a estar mejor, me roba sonrisas, me regala instantes de felicidad. Un amigo de esos que están, con quienes se puede compartir una tarde entera sin pronunciar palabras. Compartimos noches juntos, buen sexo, y mañanas en las que me prepara el desayuno mientras yo remoloneo.

No me enamoré de él. Quizás por todas las cosas de su vida que no comparto, quizás porque su paradigma de vida es incompatible al mío, quizás porque era más fácil conservarlo así, quizás porque me dio miedo. No quise construir con él, ni ponerlo en duda, ni cuestionarlo. Me basta saber que él está y construimos momentos felices.

Pasaron casi dos años de nuestra primera noche juntos.
Pasaron mis historias y las tuyas, las que siempre mantuvimos aisladas de nuestra relación, no ocultas, contando lo necesario y nunca preguntando de más. No me enamoré de él. Un día me enteré que te enamoraste de ella, y me perturbó. Al mismo tiempo me enteré que ella no se animó a vos y te dejó. Bajo la excusa que ella no era para vos me tranquilicé, volvieron nuestras salidas, nuestras días enteros juntos, las noches, las mañanas y días sin obligaciones, sin promesas, sin tristezas, sin más que compartiendo la vida cotidiana.

Ninguno preguntó, ninguno indagó, simplemente juntos.

Hoy volvió ella. Hoy volviste a ellá. No me enamoré de él. Él se enamoró de ella. Hoy no puedo evitar un egoísta sentimiento de tristeza y dolor. No me enamoré de vos, sin embargo hoy no puedo evitar el dolor.

lunes, abril 03, 2006

La última noche (aventurándome a recordarla)


Aquella noche te esperé con tu cena favorita. Se me nublan los recuerdos. Hace tiempo que no escribía sobre vos. Pero hoy surge, simplemente surge.

Recuerdo que te esperaba, una vez más mi casa sería centro de nuestros encuentros, centro exclusivo, pues en casi un año sólo una noche (la primera vez que me dejaste) fui a tu casa. Alguna vez había decidido entregarte mi casa, y con ella la llave de mi ser.

Esa noche cociné, como siempre, jugando a ser una pareja que nunca fuimos.

Hacía frío, mucho. Esperaba con la cena caliente, la música de fondo y una sonrisa, no recuerdo bien, pero seguramente era una sonrisa teñida de la angustia y la tristeza en la que estuve envuelta todo el tiempo que te tuve cerca mío.

Los impedimentos habían terminado. Después de meses de idas y vueltas éramos sólo vos y yo. Ya no había ella, ya no había carreras a punto de terminar, ya no había trabajos hiper-absorventes, ya no había “peros”.

Durante meses Septiembre era nuestro mes para empezar ese futuro lejano del que siempre hablabas como algo perfecto que algun día después de todo el dolor iba a llegar. Y llegó. Y ya no habia mas excusas.

Sonó el timbre, bajé y te abrí dispuesta a abrazarte. Me diste un tibio beso. Pregunte que pasaba. Como siempre no dijiste nada en medio de muchas palabras. Como siempre la que no entendía era yo. Como siempre algo te pasaba, como siempre no podíamos disfrutar.

Y entonces la contención. Elaborar sonrisas, mimos, palabras, caricias, compartir tu angustía, hacerla carne propia. Y como siempre argumentabas mi edad y mi falta de experiencia frente a la vida para no poder entenderte.

El enojo, la tristeza, la cena ambos callados, el dolor que se me hacía carne, la música triste que habías elegido de fondo para continuar afirmando la imposibilidad de ser feliz ¿no era que ya no existían impedimentos?

Llanto contenido, angustia que me alimentaba.

Querer gritar basta, imaginarme en uno de esos túneles oscuros sin salida y sin final, corriendo incansablemente hacia el no-lugar al que nunca voy a llegar. Impotencia.

Impotencia.

Impotencia.

Y seguías contando no se que de no se que de no se que de las injusticias sociales del mundo opresor que jamás nos iba a permitir ser felices. La felicidad que no existe como tu premisa fundamental.

Impotencia.

Mi carita de niña linda que se iba envejeciendo con tus penas. Impotencia.

Y seguías haciendo hipótesis sobre la mierda de sistema, el mundo opresor y tu imposibilidad de actuar.

Basta. Y no poder decirlo. El gris convirtiéndose en negro y mi yo desvaneciéndose en tus deseos.

Ya no hablaba. Quizás vos tampoco. Sólo recuerdo que en un momento decidiste que era hora de dormirnos, pero yo no pude moverme. Mi cuerpo no respondía, no se movía, no reaccionaba, no te enfrentaba.

Te dije “no puedo irme a dormir”.

Como siempre me miraste y dijiste algo acerca de mi niñez en mis acciones, de la falta de racionalidad de no entender que vos trabajabas al otro día (como si yo no tuviera que hacer lo propio, pero eso nunca te importó). No sé si fue esa noche u otra de esas tantas que tuvimos, pero creo que dijiste algo así como que te había engañado, que te había vendido una niña dulce que en realidad no era tal. Para vos dejé de ser niña dulce cuando empezé a decir que no.

Te fuiste a dormir sin mi. MI CAMA.

Me quede en el living sintiendome atrapada en mi propio espacio.

Fui hasta vos, a MI CAMA. Te dije “No puedo seguir así”.

Me contestaste en tono paternal(ista): “No es momento ahora, mañana tengo que trabajar”. Una vez más decidías cuando era el momento.

Me acostaste al lado tuyo y tus manos se acercaron a mí. Una vez más el sexo en medio del dolor, el llanto contenido, la imposibilidad de ser, la fuerza contenida, las caricias densas, me engañaron pensando que eso era amor.

Pero esta vez el engaño no me ganó por completo. La noche oscura seguía su curso, vos dormías y yo no.

El insomio, el sueño entrecortado y ella apareciendo en mi cabeza constantemente. Creo que soñé con ella y me desperté casi llorando. Creo, no sé bien si fue esa noche, u otras de las tantas en que eso sucedió.

Noche, madrugada, mañana y el despertador. Te levantaste y fuiste directo al baño. Volviste “tuvimos una mala noche, esto no puede ser, no me quedo mas a dormir, vendré a pasar la tarde con vos, pero no a dormir”. El nuevo impedimento. La nueva excusa. “No vengas nunca más” y mi peor niña-adolescente escupió esas palabras.

Te preparaste ese desayuno que siempre te preparaba yo, cuando quizé hacerlo me dijiste: “No puedo seguir así”, usando mis palabras en un juego perverso en el que te llevabas mis decisiones.

Pretendiste irte sin decir más. No sé cómo te enfrente. No podía una vez más quedar a la deriva de tus tiempos, de tus ausencias por dias, semanas. No me soportaba más y una de esas retiradas tuyas terminaría desvaneciendo lo poco que quedaba de mi yo.

O te quedabas, o se terminaba. Decidiste irte, decidiendo, como siempre. Casi al borde de la caída total te rogué, supliqué una fecha para verte. Si, rogué una fecha para verte, para saber de vos. Tal era tu dominio que ni siquiera podía ser libre de encontrarte.

Era viernes, 7 a.m.

Mañana al mediodía estoy por acá, dijiste. Y te fuiste sólo, rompiendo un ritual que se había inaugurado nuestra primera noche juntos y que ya no volvería.