Y de repente la vida te sorprende compartiendo días que pasan, noches que se hacen varias, desayunos, cenas, almuerzos, y el fin de semana se hizo nuestro.
Y voy descubriendo la simpleza de estar a tu lado, de contar con vos, de que seamos dos, de dormir abrazada o extender mi mano en la noche para acariciarte, de despertar en la mañana y ver tus ojos y tu sonrisa que me envuelve.
Encontrarnos, que el no – tiempo sea nuestro límite, decidir a cada instante seguir juntos, hacerte un pequeño espacio en mi lugar, regalarte sonrisas, que la noche nos encuentre en la cama después de un día completo juntos, descubrir mis temores más profundos y encontrar contención, compañía, refugio de tus brazos.
Construyendo, sin más, sin menos.
Desear estar a tu lado, extrañarte.
El tiempo pasa y tus caricias se vuelven cotidianas. Me acostumbro a ellas, las disfruto.
Quizás, por primera vez en mucho tiempo, me animo a compartir sin cuestionamientos, sin poner trabas en el camino y sin atolondrarme o tirarme a una pileta sin agua.
Noche tras noche de dormir acompañados.
Hoy Buenos Aires, por esas cosas de la ciudad de los laberintos te condujo hasta mi cuadra. Tocaste timbre y me dejaste un beso.
No querías subir. No quería que subas.
Tácito acuerdo compartido. La seguridad de nosotros me impide problematizarnos.
No querías subir. No quería que subas.
Nuestras noches compartidas son únicas y se renuevan.
Con una sonrisa en el rostro voy descubriendo el placer de la compañía y el placer de la soledad.
Esta noche Buenos Aires es mía. No hace frío, la noche es clara y mi ventana me regala paisajes de soledades noctámbulas mientras disfruto de mi cena en soledad.
Esta noche disfruto de mi sofá-cama, de un buen unitario de TV, de mi gato durmiendo a mi lado, mientras escribo estas palabras.
Esta noche me desvelo, pero no por tus caricias. Esta noche me desvelo disfrutando de mis instantes de soledad, pero no de esa melancólica, de esta soledad elegida, de mis instantes únicos, de mi espacio construido que hoy me atrevo a compartir con vos.
Esta noche mi cama de dos plazas me espera, única, para mi sola. El placer de estos momentos elegidos me permiten elegirte cada día y disfrutarte cada día más.
Esta noche, mientras un buen tema de Caetano que tu me regalaste suena de fondo y Buenos Aires anda matando almas solitarias de la noche fría, reivindico mis instantes de soledad, mientras aprendo a extrañarte.