martes, marzo 28, 2006

Mi viaje, el final y lo que me traje



Desde una habitación cuya ventana que me regala estrellas mirando al sur

Hoy decidí volver. Un poco por cansancio, un poco por necesidad de Buenos Aires, un poco porque siento que ya encontré lo que vine a buscar: la certeza de que puedo agarrar la mochila, enfrentarme a la montaña, a lo que el destino depare, que puedo almorzar sola en un bar o bailar carnavalitos en una peña con gente de todas partes del mundo, que puedo dormir sin compañía en una carpa, cenar en la oscuridad bajo las estrellas de Tilcara y tele-brindar a la distancia con esos amigos que la vida me regala. Simplezas que me construyen.

También afirmé mi camino, ese que transito, con vaivenes y demases, mi gente, Buenos Aires, rincones, soledades, noches, trabajos, compañias.

“Pues para un viaje me basta con mis piernas” Silvio Rodríguez me sorprende en un pensamiento compartido mientras escribo estas palabras.

Tengo ganas de llorar. Un poco de melancolía porque se acaba un viaje, un poco por ese llanto de vida, de encontrarme a mi misma.

Hace dos años, en estos mismos pagos me invadía la sensación de estar rodeada constantemente y a pesar de sufrirlo no animarme a transitar rutas sola.

Hoy, en cambio, podría haber seguido viaje con esos compañeros que la ruta crea, pero decidí regalarme un día en soledad en Iruya.

Crecer, llenarse de momentos constructivos. Enfrentarme a mi misma y que sólo yo sea quien resuelve mis cotidianeidades. Encontrarme a mi misma y que me guste.

Saberme capaz de disfrutar, andar suelta, ser feliz tan solo con sentarme en la placita mientras la noche gana el día y los niños improvisan algún juego.

Llenar mis ojos de cerros, de imágenes de niños; mis oídos con coplas, cuecas y chacareras; llevarme olores, aromas. Completar mi alma con pedacitos de cielo, estrellas-diamantes, miradores.

Pensar en nada y descubrirme diez días después sin haber pensado en vos, sin “dedicarte” mis buenos momentos como una especie de revancha que sólo a mi me lastimaba. Un viaje novedoso para cerrar un camino y abrir otros.

Quizás ahora no me sienta una extraña en los caminos rodeados de colores. Quizás esta sea la primera vez que siento que no me estoy perdiendo cosas… Tal vez la culpa está empezando a retirarse y se lleve a los traumas.

Porque si bien lo irreversible existe lo importante es no estar viviendo la vida arrepentido, en la angustia del no-lugar. Y entonces sentir que estoy viviendo exactamente lo que quiero se me aparece como novedad. Tal vez esa es la forma de no vivir angustiada por lo irreversible de la vida.

Me llevó una mochila mucho más pesada que la que traje, llenas de recuerdos de esos que se conservan por los siglos de los siglos y nos hacen personas más sabias, de esa sabiduría de la vida, del intercambio, de enfrentarnos a otras realidades, la cabeza que se agranda y las ideas que se afirman.

Y si, es el momento de volver, más allá de la melancolía del viaje que se termina tengo ganas de volver y compartir con todos aquellos que me traje en la mochila y que me ayudaron a estar acá.

Reafirmándome en la montaña.

24/03/06

21:10 hs, Habitación Hostel de Iruya.

jueves, marzo 16, 2006

Dicen que viajando se fortalece el corazón

A diez minutos de irme no queria dejar de agradecer los comentarios, la buena onda y el compartir de este viaje.

Por suerte, a pesar de los desamores, los sinsabores, las trsitezas, las angustias y tantas otras yerbas aun nos quedan estos lindos momentos y la sorpresa a la vuelta de la esquina lista apra interceptarnos

Intentaré mandar mensajes y buenas vibraciones desde la montaña....

Allá me voy...............

martes, marzo 14, 2006

El escape y la sorpresa

El escape

El jueves parto de viaje. Tengo pasaje a Jujuy y una mochila a medio preparar. Eso es todo lo que sé.

No sé ni a donde voy a ir, ni como, ni cuantos días. Sólo sé que necesito montaña.

Los viajes para mi tienen gusto a escape. Alguna vez huí de la rutina, de la familia, de una relación pacata, aburrida, chata, de otra relación enfermiza, pasional, perversa, de mi misma en la ciudad. ¿De qué escapo esta vez?

Decir de él es demasiado, no creo que sea tan importante en mi vida, más bien fue un gran enrosque que seguramente no pasará del nivel de las ideas, porque estoy empezando a entender que con él no tengo otro dispuesto a dar una respuesta, si no sólo otro que se refugia en su yo para eludir las telarañas.

¿De qué escapo entonces?
¿Del recuerdo de mi relación total? ¿Del miedo que él, aquel que me lastimo y me consumió durante nueve meses, esté cerca?

¿O escapo de mí refugiándome en mi misma?

Sospecho que de lo que estoy escapando es de la necesidad que se impone diariamente en tener que elegir un destino, y que muchas veces me parezca que la decisión tiene un efecto traumático.

Decidir implica, necesariamente, una pérdida. Muchas veces siento que no quiero perder nada, pero claro, todo no se puede, como tantas veces he dicho.

Entonces, cuando elegimos ¿somos presos de nuestras propias decisiones? ¿o es la posibilidad de decidir lo que nos hace libres?

Podrían escribirse páginas enteras sobre eso, pero yo aun sigo sin encontrarle respuesta. Sólo sé que a cada paso la vida me impone caminos diferentes y muchas veces contrapuestos, y sigo merodeando en el límite de todos ellos, sin terminar de decidir cual quiero para mi.

La historia de mi vida, no terminar de estar en ninguna parte, estar en muchas y no estar en ninguna.

Quizás eso busco en la montaña, alguna idea que me acerqué al camino que estoy buscando.

Sólo tengo una certeza, necesito sentarme en la cima del pucará de Tilcara, fumarme un pucho, encontrarme conmigo misma y pensar.

Caminos hay muchos, supongo que poco a poco se irán depurando y podré alcanzar ese que yo busco (aunque aún no se cuál es).

Tengo algunas certezas, y refieren a la gente que quiero alrededor mío. Puede parecer trillado, pero es la primera vez que siento que tengo gente alrededor que quiero que permanezca. Mucho tiempo me pasé sintiendo que estaba en un lugar en el que no quería estar.

A tod@s ell@s me los llevo en la mochila.

Para que me ayuden a pensar y a no escapar de mi misma.

La sorpresa

Hoy amaneció con lluvia y vientos de cambios.

A veces cosas extrañas nos suceden y nos topamos en la calle, en la vida, en el no-lugar con sorpresas.

Y una comienza a compartir y la charla amena nos roba una sonrisa, dos, varias.

Y de golpe cuando eso no está lo extrañamos.

Pasan cosas raras que sorprenden.

Por suerte aún nos quedan las gratas sorpresas.

Fue lindo compartir esta semana con vos.

sábado, marzo 11, 2006

La Plata (no) Me Mata, Me revive


Una cena en La Plata con mis amigos de allí.
Subirse a un micro da una sensación de viaje ¿vieron? (Aunque a la media hora de autopista me tenga que bajar).
Y los viajes siempre me refrescan.
Noche de vinos, charlas, compartires, consejos, y las 2 a.m. me recordaron que hoy me veia obligada a estar delante de esta maquina trabajando todo el día.
Así que emprendí el regreso, Viernes 3 a.m. en la Terminal de La Plata. Una hora de espera por el próximo micro a Buenos Aires. MP3 y esa música compañera.
La noche fresca, la brisa que me revivía, la música, la soledad de la noche en una Terminal desolada, y la vida que me gusta, mucho. Y no vale la pena.
La cabeza que me hace trampas, muchas. A él, al Sr. de mis post, lo quiero, mucho. Si al pregunta es qué quiero con él, no sé, sólo sé que no quería perderlo y me daba mucho miedo que eso esté pasando. El miedo de sentir que (una vez más) me había equivocado con una persona que elegía huir y vivir en la angustia. Alejarse, irse, silenciar(nos). Eso me daba bronca.
Entonces dije: ¿Porqué no dejo de inventar fantasmas y le preguntó si es así o si pasa algo más? No puedo dejar que los miedos sigan ganando. No con él, simplemente porque no quiero perder a la buena gente que me rodea.

Me dormí tranquila y me levanté feliz, decidida.

Como dice un amigo mío, cuando uno deja de preocuparse las cosas simplemente suceden.

Hoy me escribió, respuesta a un mail de esos que van a muchos. Pidió disculpas por al ausencia, explico las causas y, como siempre, me hizo reir mucho con sus comentarios. Eso extrañaba, reirme con él.

Sensación de no perderlo, saber que puedo reirme con él, compartir, y entonces eso me basta, en este momento en que me estoy encontrando a mi misma, y en el que sólo necesito claridades, no ocultamientos, simplezas.

Esta semana que pasó no fue una buena semana. Los miedos me estaban ganando y la cabeza me estaba empezando a hacer trampa.

Empezar a darme cuenta cuando eso me pasa, me gusta, porqué no quiero pasar años enteros en la trampa posmoderna.

jueves, marzo 09, 2006

La historia que no es y el vino que no existe




La historia que no es

Una noche más llegué a mi casa y esa ya pequeña ilusión de que escribas/llames se terminó de derrumbar.

Tengo bronca. Mucha. Diván de por medio sé que esa bronca no es particularmente con él, es con las personas que deciden ignorar las situaciones, “hacer borrón y cuenta nueva”, reprimir/ocultar algo que existe. Después el Sr. en cuestión llena páginas y páginas de libros protestando contra la fetichización de las relaciones sociales. Paradoja intelectual –una vez más-.

Porqué si, este Sr. en cuestión es un (digamos) cuentista social con un importante número de publicaciones, y aquí comienzan los “kits” de la cuestión. Si, fue mi profesor alguna vez. Cosas que pasan. Y fue él quien empezó a romper esa relación para construir charlas de la vida cotidiana, salidas, borracheras, compartires. Por sobre todas las cosas siempre fue “natural”. Durante meses no sentí la necesidad de explicaciones, ni de cuestionarnos. Su sola compañía y el ser eran suficiente para no quemarse la cabeza pensando en el ¿qué pasará?.

El cumpleaños, aquella noche que te fuiste después de pasarnos “coqueteando” (mi abuela se acaba de hacer presente en el lenguaje de este post) toda la fiesta. Aquel pequeño mail un par de días después y las largas dos semanas y media de silencio. Un silencio que dice, mucho, un silencio que grita algo que no sé que es pero que me fastidia por ser silencio de huida, de temor, de nosequé.

¿Silencio de te empecé a importar y te asustan las diferencias que nos separan?

¿Silencio de te importo pero no podés hacerte cargo en este momento de tu vida?

¿Silencio de no te intereso y te asusta que a mi sí?

¿Silencio de qué?

En menos de tres semanas retomamos el taller, con muchos proyectos que nos implica estar juntos. ¿No sería más sencillo que me plantees el silencio de huida que callas? Pasaría tantas tardes tomando mates con vos, esperando que el tiempo decida si nos hacemos amigos, “amigos con privilegios”, compañeros, amantes, o lo que sea. Eso NO es lo importante. Lo importante es que estoy harta de la gente que huye de los lugares en los que está bien (muchos de nuestros correos hablaban de lo bien que nos hacia el compartir).

Y entonces mi impotencia, mis límites, mis miedos. Yo sé que tendría que levantar el teléfono y preguntarte que pasa. Pero no puedo. Me ganan mis propias inseguridades, temores, pasado que vuelve a atormentarme en forma de heridas, reglas/convenciones. Me ganan.

Espero poder hablarte, o escribirte (muchas veces me sale mucho mejor la escritura, pero tampoco quiero refugiarme en ella para no exponer mi cuerpo, mi yo).

El vino que no existe.

Anoche me visitó mi amigo sureño. Ese que alguna vez me desnudo en la mente para conocerme y hacerme sentir sujeto, casi casi, por primera vez en mi vida. Esta es una historia larga, alguna vez (seguramente) será motivo de otro post.

En breve nos conocimos hace 5/6 años, nos convertimos en amigos al instante, nos apoyamos en esos momentos malos, en los que uno siente que el mundo gira y que uno (atado a él) ya no quiere girar más.

Al año, año y medio compartimos unas vacaciones y el alcohol nos regaló nuestra primera noche de cuerpos chocando.

Después de otro año, año y medio más la escena se repetiría. Cada uno eligió un camino, caminos que se iban alejando, pero a pesar de las distancias físicas, reales y sociales nos mantuvimos, nos guardamos.

Anoche viniste a visitarme, en tu paso por Buenos Aires.

El vino que había sido comprado como regalo de cumpleaños para el Sr. de la historia que no es me miraba todos los días recordándome a aquellos que huyen, me miraba casi casi como burlándose de mí.

Ante la noticia de su llegada entendí que para disfrutar ese vino que me miraba desafiante debía estar acompañada. Y él era la compañía ideal, para brindar, como hicimos tantas veces, por la vida que nos hace trampa, apostando a vivir mejor aunque todas las evidencias se empeñen en lo contrario.

Así que te esperé con el vino.

Brindamos, y una copa llevó a la otra.

Conversamos sobre el ser, la nada, el universo, los programas de verano en la tele, la comida de ayer y otras yerbas. Y seguimos brindando. La noche se hizo nuestra y los cuerpos volvieron a encontrarse, para disfrutarse, hacerse mimos, simplemente eso.

Y así el vino dejó de mirarme con cara desafiante y le gané una noche de construirme a la vida.

Lo que me pasó con todo esto fue muy movilizante. Sentí que le estoy diciendo adiós a mi amigo sureño porque nuestros caminos están cada día más lejos. Pero no un adiós de despedida ni triste, si no un adiós de reafirmarme frente a lo que soy y dejar de explicarle porque yo no elegí el camino que el transita. Hubo angustia, pero después de eso me sentí yo, Just Me, y eso me hizo un poquito más fuerte.

Ahí fue cuando decidí que hoy lo llamaba al Sr. que escribe libros y le preguntaba los motivos de su desaparición. Claro que cuando se me fue la borrachera se llevo a mi coraje con ella.

Entonces ahora dudo. Como tantas veces la disociación teoría / praxis se hace presente una vez más. En teoría yo sé tengo que resolver mediante una pregunta hacia él esta situación, por mi, por el espacio y la gente que compartimos. En la práctica no me animo.

El objetivo es romper la disociación y enfrentarme a lo que salga de eso. Si me animo, después les cuento como me fue.

lunes, marzo 06, 2006

¿Qué hacer? (O los avatares de las historias que no lo son)


Esta vez la pregunta no es estratégica, no es política, no es más que un simple qué hacer frente a tu (ya prolongada) ausencia. Esa ausencia que me llena de impaciencia, de miedos, de temores, de incertidumbres, de terror… ¿Y si se está convirtiendo en angustia?
Tu último correo fue sencillo, cotidiano, simple, uno más, sin ningún contenido especial.
Mi respuesta fue sencilla, simple, corta. Hablé de una o dos trivialidades y te invité a tomar mate, a que busques el atrasado regalo de cumpleaños. No sería la primera vez que te vería a solas, de hecho vos inauguraste nuestras salidas a solas aquella noche que me invitaste a salir, sólo a mi y no a “los de siempre”.
Pero esta vez no hubo respuesta.
Hace un par de noches, en medio de la angustia de mirar el monitor a la espera de esos correos largos y lindos que soles mandar te escribí. Escribí esas correos largos, contándote mis días, contándote que en unas semanas me voy de vacaciones, contándote buenas noticias, esperando respuesta. Eso fue hace cuatro días. Aún no contestas.
¿Qué pasó en el medio? Quizás tus encuentros con nuestro filósofo-de-la-vida-cotidiana en común te hizo saber que te miro y me derrito por un beso tuyo. Quizás nuestros 14 años de diferencia te asustan. Quizás el hecho que en un mes volvemos a las clases donde vos sos quien explica y yo quien escucho, donde pronto explicaremos juntos. Quizás mi atropello frente a la vida te asusta (no serías el primero en decirlo). Aunque todo eso ya lo sabías antes que empezaran nuestras largas conversaciones cibernéticas, nuestras charlas por teléfono, las salidas juntos, las miradas cómplices.

Hoy nuestro amigo filósofo-de-la-vida-cotidiana me contó que anoche lo visitaste, que hablaron de la vida, las heridas, las mujeres ¿Porqué me cuenta eso?

¿Dónde estás?
La desaparición significa que te diste cuenta de lo que me pasa y, al no pasarte lo mismo, preferís evitar contacto o significa que te pasa algo y no sabes / no decidiste cómo manejarlo.

¿Qué hacer?
En 8 días me voy de viaje, sola, a la montaña, decisión que tomé para estar conmigo misma, para encontrarme y pensar en nada. ¿Y si sólo pienso en vos?

Impotencia.
La jugada está de tu lado. Siento que no me quedan fichas por mover. ¿O sí?
¿Voy a hacer algo antes de irme?
¿Voy a irme con el trillado nudo en la garganta?

Por suerte en dos noches aquel viejo amigo sureño viene a regalarme una noche de compañía, charlas, compartires, mimos, mates y dormir abrazados después de reconocernos en la piel.
¿Nos tomaremos el vino que te compre para tu cumpleaños y nunca contestaste si ibas a venir a buscarlo o sigo esperándote?
Acción-Objeto-Sujetos que deciden el qué hacer (y también me dan pistas de mi corazón).

viernes, marzo 03, 2006