martes, enero 31, 2006

Lo oculto, la espera, y mis peores obsesiones

Quizás recién ahora estoy empezando a entender de qué se trataba mi propio camino.
Quizás recién ahora puedo empezar a sentir que una caminata por el Lezama me pertenece, que la tarde fresca con el sol poniéndose es mía, y el destino mi elección. Quizás, sólo quizás, en esta tormenta de quizases que se llama vida.
Tengo ganas de escribir sobre los árboles que forman un pasillo en el Lezama, pero el objetivo de estas páginas era otro, y después de todo, esos pasillos me recuerdan a héroes y tumbas trágicas, a Martínes (mártires).
Y el comienzo de la caída. Intentar recordar, recuerdo, palabra escrita, elaboración.
Aquellas primeras noches clandestinas en las cuales creyendo estar arriesgando por amor no hacía más que adentrarme cada vez más en un juego en el que yo no estaba decidiendo.
La espera. Así podría intitularse ¿nuestra? ¿Historia?. Comenzamos a jugar un juego de esperas, comenzamos a mirarnos a los ojos y a hablar de amor, a soñarnos juntos en un sueño dormidos porque la realidad de ocultamientos se nos imponía. Sentía que ninguna palabra podía convencerte, pero que iba a lograrlo. Capricho de vos. Quisiera narrar sucesos, secuencias, hechos. Pero hoy no me sale, sólo me duele el pecho y el llanto se amotina en mí para no salir.
Tal vez hoy no puedo narrar sucesos porque hoy no puedo elaborarlos. Son recuerdos de la eterna sensación de esperarte. La angustia permanente y la omnipresencia constante de tu ser en mis pensamientos. Quería ser tuya. Capricho de vos. Las cenas de a dos especialmente preparadas, el desayuno de mate dulce (a pesar que tomo amargo), el cepillo de dientes en mi botiquín, tu toallón, tu yo invadiendo mi yo y haciéndose carne en mi espacio.
Y éramos aquellos amantes que se ven, comparten la noche, el sexo, la respiración contenida, el sexo, el alcohol, el sexo, los cuerpos atraídos hacia ellos, la mugre de sexo clandestino y oculto mientras ella te esperaba sin saber dónde estabas, el sexo (de a tres), los tres. Ella.
Mi vida comenzaba a disociarse entre la mentira de la soledad frente a los comunes y la terrible historia compartida con los míos. Quería gritar que éramos nosotros, que éramos uno, ilusión de lo que nunca fue. Pero estaba ella, “teníamos que cuidarla”. (¿Alguna vez pensaste que todo eso también me lastimaba?)
Y comenzó a invadir mi piel, mis neuronas, mis entrañas la terrible idea de tu cara mintiendo frente a ella. La presencia del engaño, la mentira. Y esperar “tu decisión”. Y seguir escuchando una vez más que no podías lastimarla, y seguir escuchando lo maravillosa que era ella, y seguir escuchando que después de dos años al fin hacía lo que le habías pedido, y seguir conteniendo tu angustia sobre el no poder de decidir.
Y pensaba tanto que no tenía tiempo de nada, la cabeza me estallaba de vos, el cuerpo no me pertenecía, mi piel te reclamaba. Te imaginaba junto a ella. Te ocultaba. Te escribía cada día. Te escribía cartas. Te soñaba. Te Te Te Te. Me iba perdiendo en un laberinto de vos, de voces, de llantos, de desearte a mi lado.
Y la niña que no puede contener sus acciones apareció. Me obsesione con vos. Cada llamado del teléfono te esperaba. Te buscaba en la noche y no estabas, te imaginaba con ella quien alguna vez, trampas del destino, me había contado como solía dormirse abrazándote.
Y vos odiabas que te abracen al dormir.
Y por eso, ella me contó, la habías apodado garrapata.
Y una de esas, nuestras noches, tenia tanta necesidad de tenerte, que no podía dormirme lejos tuyo, y en medio de sueños, respiraciones, sudores, mi mano te buscaba incansablemente, como intentando asegurar que vos, que después de todo no estabas, estabas.
La mañana llego, el reloj nos despertó. Comentaste como te había buscado toda la noche, como te había costado dormirte. Y me llamaste garrapata. El mundo dejó de girar en un segundo, mi mente dio vueltas de 360 grados, me inmovilicé por un instante, yo no era garrapata. Y el seguía repitiendo la palabra, alzándome en brazos, besándome. Yo no era garrapata. Una vez más no dije nada, sonreí, me baje y me refugié en la cocina a preparar mate (dulce) mientras mi mente viajaba a los bajos fondos psíquicos.
Y la niña que no puede contener sus acciones apareció. Me obsesione con vos. Esta vez, por primera vez, te espié, invadí tus secretos y la escuche a ella, vos dulce, tierna, complaciente, esperando tu llamado y extrañándote, mientras vos dormías con otra garrapata. Yo no era garrapata.
Decidí marcharme. Necesitaba huir de Buenos Aires, porque Buenos Aires a veces, mata, o lastima. Aire de sierras para poder entender que necesitaba terminar con todo esto, olvidarme de todo esto de una vez.
Antes de irme me buscaste, mucho, pero no dejé que me encuentres. Quería huir de todo, al menos por unos días. Pero no me salió. Bolso en mano, llaves en la otra, levante el teléfono, te dejé saludos y te comunique que hablaríamos de algo a la vuelta. Corte, salí, cerré con llave, volví a abrir, disque tu numero de vuelta y te deje dicho “porque, a veces, uno tiene que jugarse por lo que siente”. Seguía la telenovela latinoamericana.
Me fui, te pensé durante cuatro días seguidos. Al volver te busqué. Capricho de vos. Y nos sentamos a hablar en un lugar que no fuera mi casa…
Otra vez un bar porteño nos volvía a encontrar… esta vez hablé… pero la espera no terminaría. Con vos, siempre fue cuestión de esperar, ¿porqué? Tal vez porque eso te aseguraba el poder (de decidir, sobre nosotros).

1 Comments:

Anonymous Anónimo nos dice...

ja...es curioso como tu "buceo mental" me lleva inexorablemente a lugares harto conocidos..y la soledad..y la falta de explicaciones..y la densidad inmunda de la ciudad de la furia...llena de automatas ignorantes de su condicion..me alegra saber que la insania es compartida..quiero conocerte

1:16 p. m.  

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